En los últimos tiempos se ha desarrollado un número creciente de corrientes religiosas, con base en muy variadas tradiciones, que constituyen una especie de sostén de las ideas mesiánicas de Adolf Hitler. Exhiben así la impronta de esos trasnochados sueños milenaristas
En el centro, el fundador de la secta Arian Nations, Richard Butler, durante un acto de demostración, en la ciudad de Coeur D´Alene, en Idaho. |
En el centro, el fundador de la secta Arian Nations, Richard Butler, durante un acto de demostración, en la ciudad de Coeur D´Alene, en Idaho. Foto: AP / Jeff T. Green
El nacionalsocialismo cuajó en un clima cultural trabajado por el esoterismo. Este constituía un para nada desdeñable elemento configurativo del ethos de una sociedad tan bien pintada por Cabaret , una película memorable. Ahora el llamado reencantamiento del mundo ha introducido en nuestra posmodernidad una vez más algo así como una pulsión irracionalista, expresada en una religiosidad mágica.
Muchas veces también se ha hablado, no siempre seriamente, de ciertos exóticos componentes del nazismo, comenzando por su fundador. Aún no se sabe cuánto hay de cierto, pero sí es verdad que algunas corrientes como la ariosofía, de matriz teosófica, habrían tenido alguna influencia, junto a otros factores, en la conformación final de la ideología nazi.
La ariosofía y las sectas en ella integradas, como la Sociedad Vril, Thule, Edda, la Ordo Novi Templi y Germanenorder (de donde los nazis tomarían la cruz esvástica) son los lugares donde se cocina a fuego lento un nacionalismo popular ( vslkisch ) con ingredientes teosóficos y componentes racistas. Los fundadores de la ariosofía, Guido von List, Lanz von Liebenfels y Rudolf von Sebottendorff, se caracterizan por difundir a comienzos del pasado siglo un pensamiento y unas creencias de fuertes acentos gnósticos en los que se mixturan pangermanismo, antisemitismo y ocultismo. Más allá de cierta explotación sensacionalista debe reconocerse que sus ideas habrían sido decisivas para fraguar el cemento de la nueva fe política.
Una vez que el Tercer Reich alcanzó su plenitud, el mismo sistema político pareció querer suplantar el escenario religioso, expresando un sentido sustitutivo de lo sacro. La cruz cristiana fue reemplazada por la cruz gamada, y una liturgia política organizó impresionantes manifestaciones colectivas en las que se percibía un aliento religioso sobrevolando procesiones de antorchas y cánticos imbuidos de un estilo letánico. Los ideólogos del régimen aspiraban a construir una religión oficial, fundada en el suelo y en la sangre, en el espíritu nórdico y en la raza aria.
Los Deutsche Christen constituyen el punto de arranque del frustrado proyecto del régimen de entronizar una verdadera iglesia nacional, con el retrato del FYhrer en los altares, mientras los niños escuchaban con unción religiosa la nueva preceptiva: juntar las manitas, inclinar la cabecita y pensar con devoción en el FYhrer que nos da trabajo y pan y nos libra de toda miseria.
A pesar de que ha pasado más de medio siglo desde el derrumbamiento del régimen, la relación entre lo religioso y lo político sigue encontrando aún hoy en el nazismo, entendido en sentido amplio, un terreno de rica fertilidad.
En los años recientes se ha desarrollado un número relativamente importante de corrientes religiosas pertenecientes a muy diversas tradiciones, que constituyen algo así como un sistema de sostén de las ideas mesiánicas de Adolf Hitler y su sueño de un reino milenarista. Ellas exhiben con cierto desenfado la nueva impronta religiosa del neonazismo.
Resulta significativo observar cómo este revival ha sabido construirse sobre el encuentro entre las desgastadas tesis nacionalsocialistas y los valores que configuran el escenario variopinto de la nueva sensibilidad posmoderna, desde la ecología y el nuevo movimiento étnico hasta una New age saturada de irracionalismo.
Estas nuevas religiones son muy distintas entre sí, e incluso se diferencian del nazismo estricto en algún aspecto, sin embargo tienen en común con él un hilo conductor y pueden sistematizarse en seis grupos:
1. Neopaganismo ario: en esta corriente se inscribe Asatrú, imbuida de un fuerte sentido anticristiano, en la que se perciben influencias de la tradición nórdica y una inspiración en el culto a los antiguos dioses y diosas escandinavos precristianos, como Odín y Tyr. Asatrú es la vslk-religion o religión del pueblo que invoca el retorno a una sociedad utópica de los antiguos teutones. Reivindica el culto del honor, la espada (el uso de la fuerza) y el orgullo de la estirpe (vikinga) donde se reconoce la concepción nietzscheana del superhombre. Sus rituales incluyen sacrificios al sol como deidad, conectando con las modernas corrientes ecologistas en el culto a la diosa madre naturaleza.
Esta religión pagana no es un producto exótico del norte europeo, sino que presenta su mayor expansión en el Nuevo Mundo e incluso está también entre nosotros: el espléndido sitio de Internet que la anuncia se encarga de recordar esa vieja creencia argentina de sentirnos europeos en América.
2. Cristianismo celta: otro atractivo sitio del cyberespacio explica los valores sostenidos por una nueva iglesia nacional, el Scandinavian Roman Catholic Apostolate, de tono integrista y fuerte acento antisemita. Su propio nombre es en realidad una contradicción, porque católico quiere decir universal. El estilo de esta iglesia nórdica es violento y exhibe una particular animadversión contra el gobierno norteamericano, al que supone dominado por los judíos. Aunque critica en Hitler y en el nacionalsocialismo unos contenidos gnósticos, no puede escapar a evidentes afinidades con sensibilidades nucleares de su pensamiento.
3. Supremacismo blanco: la verdad es que resulta difícil reconocer una verdadera iglesia en The World Church of The Creator. A pesar de su nombre, sus pastores y su liturgia, no es una iglesia cristiana antisemita ni una religión pagana pangermanista, sino una organización crudamente racista: su único dogma es la supremacía blanca en cuanto ley eterna de la naturaleza. Ni siquiera cree en un estadio ultraterreno de la existencia humana. Después de repartir invectivas contra las demás religiones acusándolas de contradictorias e hipócritas, no trata de disimular demasiado su odio exclusivista. Su regla de oro es: lo que es bueno para la raza blanca es el mejor valor. Los supremacistas reconocen que Hitler trató de implementar un programa similar, pero se equivocó al elegir el nacionalismo, considerado una barrera artificial para la unificación de la raza blanca. Sin embargo, su iconografía y su credo laico recuerdan claramente el agresivo estilo nacionalsocialista.
4. Angloisraelismo antisemita: el Identity Church Movement, también caracterizado por un generoso uso de Internet, conforma una suerte de confederación de organizaciones antisemitas bajo un paraguas religioso: America´s Promise Ministries, Stone Kingdom Ministries, Kingdom Identity Ministries, y otras numerosas más, como Aryan Nations. Se reconoce en este movimiento la típica prédica de racismo y antisemitismo amparados en la respetabilidad de una creencia religiosa que permite disfrutar de oportunas exenciones impositivas. Sus raíces se afirman en el angloisraelismo, que reivindica para los pueblos anglosajones descender de las diez tribus perdidas de Israel como el verdadero pueblo elegido, al tiempo que sataniza a los judíos.
5. Fundamentalismo islámico: el renacer en las últimas décadas de movimientos radicales como el de la revolución iraní, el Frente Islámico de Salvación argelino, Hamas y otros, actualiza la antigua creencia musulmana en la jihad, entendida como una guerra santa. Estos movimientos se encuentran lejos de reconocer una influencia nazi e incluso sus miembros poseen una filiación semita, sin embargo su violento antijudaísmo los convierte en aliados naturales de las ideologías racistas antisemitas. Muchas veces se han descubierto relaciones entre ultraderechistas y fundamentalistas, por aplicación de aquella vieja regla estratégica: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Por tal motivo, el crecimiento del fundamentalismo, en expansión en el mundo islámico y fuera de él, puede constituirse también en un factor de soporte social del neonazismo.
6. Esoterismo racial: desde luego sería inexacto afirmar que en la heterogénea constelación New age el nazismo sea un acento dominante, mas bien al contrario. Sin embargo, ni siquiera esta difusa religiosidad de la cultura posmoderna puede considerarse exenta de su influjo. Retomando la anterior línea ariosófica, algunos ambientes esotéricos actuales se han identificado en una concepción irracionalista, una de cuyas figuras más importantes está representada por Savitri Devi, una ocultista que hasta su muerte en los tempranos años ochenta expresaba su fascinación nazi considerando a Adolf Hitler un avatar o reencarnación de Vishnú, y el Tercer Reich como un régimen sagrado. Sus eclécticas creencias unían la germanofilia, el mito de la raza aria, el hinduismo y la veneración del FYhrer. Algunos grupos satanistas y skinheads cultivan el recuerdo de Savitri Devi aún en nuestros días.
Una suerte de hitlerismo esotérico, incluida la creencia en platos voladores nazis, se vierte en el abstruso pensamiento del diplomático chileno Miguel Serrano, autor de varios libros donde expone sus exóticas teorías cuyo pintoresquismo recuerda la no tan lejana parábola política del Hermano Daniel, nom de guerre de José López Rega. Para percibir cómo el ocultismo político no ha sido algo tan lejano de nuestras propias prácticas sociales basta recordar que nada menos que quien ocupó la más alta magistratura del país, Isabelita Perón, creía en Jesucristo como un avatar. Por otra parte, también la argentina Nueva Acrópolis reúne componentes neopaganos, teosóficos y raciales, donde se respira un vago perfume nazi, y el Parlamento europeo calificó a la secta como neofascista.
En los ambientes New age suelen ser frecuentes los aires ocultistas así como la nostalgia de una edad dorada de signo milenarista y el gusto por el misticismo de antiguas religiones olvidadas, incluido su feminismo teológico. En ellas está presente también la misma hostilidad hacia el cristianismo y las ideas políticas que conformaron la modernidad. Algunos estudiosos han comenzado a establecer las correspondencias entre vslkisch y New age . Nada debe ser exagerado, pero nada debe ser minimizado.
El autor es profesor universitario. Su último libro es La Iglesia Nacional Peronista. (Sudamericana, 1997). .
Por Roberto Bosca Especial para La Nación
Fuente: La Nación - Argentina
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